No podía ver, pero notaba que me movía. Pasó una hora y de nuevo se calmó todo. Me llevaron al Centro de Recuperación de Fauna del Saler en la Albufera de Valencia. Durante unos días Fede me cuidó, porque tenía bronquitis.
Hace 3 días llegó una persona a por mi. Era Alberto y me llevaba a su casa en Serra, en la Sierra Calderona, para cuidad de mí, dentro de un voluntariado que se llama "Aves Huérfanas 2015".
Me metieron en una caja para viajar, junto con otro vencejo. Me puse muy contento porque me hace compañía, me da calor y no me siento solo. Alberto y Sonia nos cuidan: nos dan de comer grillos y papilla 5 veces al día, limpian nuestra caja y nos dejan descansar en una habitación a oscuras para estar más tranquilos.
En una de mis patas tengo una anilla verde, mientras que mi compañero tiene una naranja. Pero nos hemos dado cuenta que ninguno de los dos tiene nombre. Hasta ayer. Ayer conocí a mi nueva amiga. Es una niña humana y ella sí tiene nombre, se llama Carla. Alberto me sacó de la caja, como tantas veces para darme de comer, pero esta vez, no estaba solo. Una niña me miraba directamente, casi sin pestañear. También escuchaba a Alberto mientras decía cosas sobre mí, sobre los vencejos.. Incluso cosas que aún no sé porque aún ni siquiera he volado. Aprendí que somos los reyes del cielo. Nuestro nombre científico, Apus apus, significa que no tengo pies. Miré hacia abajo y sí que tengo. Aunque es verdad que mis patas son muy cortitas con unas uñas muy afiladas. Resulta que cuando comience a volar dentro de una semana no pararé hasta dentro de un año o más. Los vencejos comemos insectos que capturamos al vuelo, bebemos agua en vuelos rasantes, nos reproducimos en vuelo e incluso dormimos volando. Subimos muy alto y nos dejamos caer describiendo grandes círculos, lo que nos permite descansar. También dijo que en unos meses me iré a un sitio llamado África donde pasaré el invierno y volveré luego en primavera.
Cuando me iban a meter otra vez en la caja, después de comerme 3 grillos muy sabrosos, escuché cómo Alberto le preguntaba a Carla si quería ponerme nombre. Como os he dicho antes, no tenía nombre, era el vencejo de la anilla de color verde. Ella lo pensó, me miró por última vez y dijo "Merengue". Me pareció el nombre más bonito del mundo, aunque no sé que narices será un merengue. Pero me lo había puesto mi amiga Carla, una niña humana que me conoció durante 5 minutos y se enamoró de mi para el resto de su vida. Antes de que Alberto cerrara la caja, le dije a Carla que no me olvidara y que la próxima primavera, cuando oiga chillidos que la sobrevuelan, mire hacia arriba y me salude. Habré recorrido miles de kilómetros desde África para poder verla otra vez y se acuerde de mí.
Sí, soy Merengue, el vencejo de anilla verde, y me encanta mi nombre.