Seguro
que no me vais a creer pero, el otro día, iba paseando por el monte y me
encontré... ¡con una extraterrestre! Algunos sonríen, otros miran incrédulos,
sin saber muy bien qué pensar.
Sángana
ha sido nuestro primer personaje creado. Una extraterrestre que se mimetiza con
el medio en el que se encuentra, que disfruta aprendiendo y que ha venido a la
Tierra buscando una planta mágica. A lo largo de un tramo de menos de 1 km del
río Buñol en el paraje de Ventamina, (Valencia) Miguel ayuda a Sángana a buscar
una planta especial que sirva de alimento a su familia, que la espera en KOI
172.02, un planeta muy lejano. Miguel
cuenta historias curiosas sobre algunas plantas que se pueden ver en la zona,
muestra al público rastros de la fauna presente y explica aspectos relevantes
relacionados con los incendios. Mientras, los niños (de 4 a 12 años),
reaccionan ante la extraterrestre de muy diversas maneras: los menos, se burlan
de ella; muchos le dan la mano, la abrazan y le dicen que no se preocupe, ellos
la protegerán y serán sus amigos.
Pero
esto que suena tan bien, requiere mucho trabajo. Lo primero era tener una buena
idea. La ventaja fue que conocíamos a la perfección la ruta marcada, su
vegetación y sus características y eso nos ayudó mucho a crear la historia. Necesitábamos
una historia que enganchase a los niños, que los mantuviera atentos desde el
principio hasta el fin. Así que optamos por incluir juegos y dramatizaciones de
los asistentes a lo largo de la ruta. De esta manera son partícipes y protagonistas
de la historia, y ellos mismos acaban descubriendo la planta mágica de Sángana.
Foto 1. Un niño le devuelve a Sángana la seta que ha perdido |
El valor añadido de la
teatralización
El
método tradicional de mostrar los secretos de la naturaleza es a través de
información escrita, o mediante un guía que transmite sus conocimientos. Pero
existe otra manera diferente de hacerlo: las rutas teatralizadas. Así se
entremezcla teatro y educación y el espectador siente lo que le transmiten los
que están actuando en la naturaleza.
El
principal objetivo de las rutas teatralizadas es realizar actividades de
educación ambiental en la naturaleza de manera diferente, mientras nos
divertimos todos, los visitantes y los educadores, que disfrutamos mucho con su
compañía. Pretendemos que las personas que asistan a nuestras rutas vivan una
experiencia única y disfruten de la naturaleza tanto como lo hacemos nosotros.
Queremos transmitir sentimientos, sensaciones, emociones... que hagan al
público vivir, sentir y emocionarse con una historia fantástica, con un
personaje entrañable.
Porque
no sólo vamos a contar una historia, sino que vamos enseñar y a aprender, vamos
a mostrar que otro tipo de educación es posible, que se puede aprender
divirtiéndose.
Las
personas aprendemos mejor y comprendemos de una manera más clara visualizando,
escuchando, viviendo aventuras y sintiendo el patrimonio como propio… El teatro
consigue que sintamos, que nos pongamos en el lugar del personaje, que vivamos
el momento de manera diferente. Nuestros sentidos se agudizan y nos hacen
sentirnos parte del medio en el que nos encontramos.
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El proceso creativo: de una
idea a una realidad
Antes
de empezar a escribir la ruta se deben conocer muy bien los elementos de
patrimonio natural y cultural de la zona. Porque ante todo intentamos seguir
los preceptos de la Interpretación del Patrimonio. Teniendo esta información
preparada hay que pensar un tópico y escribir un tema para la ruta. ¿Alrededor
de qué tema se pretende que gire la ruta? Nuestra elección fue la vegetación
presente en Ventamina. Pero no nos podíamos limitar a nombrar plantas e indicar
sus características. Eso lo hace cualquiera. Así que buscamos curiosidades,
historias, cuentos, etc. relacionados con ellas. Y había que crear una
historia, imaginar unos personajes originales, compatibles y complementarios. Y
siguiendo diferentes técnicas de creatividad surgieron Sángana y Miguel, los
protagonistas de nuestra primera ruta teatralizada en la naturaleza.
Teníamos
una gran parte de la historia pero nos faltaba un final cerrado, espectacular,
que relacionara los elementos que habíamos visto a lo largo del camino. Así fue
cómo surgió la historia del romero, su magia y no arrancar las plantas.
Durante
el proceso de creación, nos preguntábamos, ¿cómo conseguir introducir los
elementos ambientales en la historia y que no quedara demasiado forzado, como
un pegote añadido sin más? Y lo conseguimos escribiendo una historia redonda,
relacionando, utilizando a los personajes, no sólo introduciendo conceptos sino
también procedimientos y actitudes, que son más fáciles de relacionar con las
actividades cotidianas que puedan dar lugar a una historia. Por ejemplo, cuando
vamos andando por el monte muchos tienen la manía de arrancar plantas. Era un
aspecto que queríamos tratar, pero no prohibiendo. Pensamos que era importante
hacer ver al público que para captar la esencia de una planta no hace falta
arrancarla y basamos nuestro final en esto, relacionándolo con el
extraterrestre y su búsqueda. Y de esta manera, la historia se cierra.
El proceso educativo:
aprender y divertirse, todo un reto.
Pero
no podemos dejar de lado la parte educativa. La idea es que los visitantes
aprendan sin apenas darse cuenta: conocimientos conceptuales sobre diferentes
especies de fauna y flora (adelfa, coscoja, romero, jabalí, zorro, garduña), conocimientos
procedimentales (sobre todo cómo andar por un sendero; cómo comportarse en el monte)
y conocimientos actitudinales. Los niños aprenden a respetar la naturaleza,
caminar en silencio, no arrancar plantas porque... ¿a ti te gustaría que te
arrancaran un dedo? También hemos intentado dar mucha importancia al desarrollo
de los sentidos: el oído (el canto del carbonero común y el croar de las ranas
en el río), la vista (el reconocimiento de unas cuantas plantas), el tacto (con
algunos rastros como plumas o egagrópilas) y el olfato (cuando descubren, al
final de la historia, cuál es la planta mágica). Pero todo esto enmarcado
dentro de la historia de Sángana y su búsqueda.
Ahora sí... ¡Se abre el
telón!
Y
después de buscar la información técnica necesaria, crear a los personajes,
escribir la historia, cerrarla convenientemente, preparar el vestuario,
ensayar, cuadrar todo con los tiempos, la ruta, los espacios, etc... ¿Qué?
Llega la hora de la verdad, la hora de enfrentarse al público. Y todo lo que
has estado preparando, ensayando, cuadrando... ¡Se descuadra! Te hacen mil preguntas, se meten en el escenario, tocan tu
vestido, te desconciertan, te hacen perder el hilo... Y tienes que sacar todas
tus armas de improvisación, paciencia, memoria... y seguir adelante con la
historia, porque la ruta sigue. Y si no es el público, te traiciona el tiempo.
Porque no tenemos que olvidar que estamos en la naturaleza y el viento es tu
peor enemigo porque se lleva tu voz lejos, muy lejos... y no vuelve. O llueve.
Aunque de momento no hemos tenido que cancelar ninguna ruta por lluvias.
A
los niños les gusta la historia, y a los mayores y a los profesores, también.
Los juegos los vamos adaptando según el grupo, la edad, el tiempo. La primera
ruta que representamos no se parece en nada a la que hacemos ahora. La esencia
sigue siendo igual, pero hemos ido mejorando bromas, teatralización e
historias. Así que evaluamos nuestro trabajo al finalizar cada ruta. Si no ha
funcionado, en algo hemos fallado, lo analizamos e intentamos solucionarlo para
la próxima. Si no hemos logrado mantener la atención de los alumnos, si no han
entendido alguna historia o alguna parte, si se dispersan, hablan entre ellos,
no atienden... algo podremos intentar la próxima vez.
Y
siempre empezamos la ruta con la misma ilusión que la primera vez. Así que nos
esforzamos por mejorarla e ilusionar a los alumnos. Porque el teatro, ante todo
y sobre todo, te hace sentir, al que lo ve y al que lo vive. Y eso se siente,
lo siente el público que nos visita y lo sentimos nosotros. Cuando Sángana
cuenta cómo se produjo el incendio forestal de Ventamina, transmite la angustia
que se vivió en aquellos momentos, la tristeza por la huida de los animales y
el crepitar de las plantas al paso del fuego. Y cuando expresa su alegría por
haber podido encontrar la planta mágica, la contagia a todos, que se ilusionan
con ella. Por eso es tan importante que sea teatralizada, para conectar, para
vincular al público con las emociones y conseguir esas relaciones que de otro
modo serían muy complicadas.
El
público tiene que acabar amando ese trozo de monte, ese tramo de río, ese
rincón mágico, donde en cualquier momento puede aparecer un duende y contarte
alguna historia maravillosa. Muchos se quedan esperando al duende... ¿Será el
protagonista de nuestra siguiente historia en Ventamina?
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