Medit disfrutaba de un momento de tranquilidad en su refugio. Estaba
descansando por unos minutos junto a las otras 1500 compañeras que vivían con
ella en la Cova Soterranya (Serra). Todas tenían que buscar alimento para sus
pequeñas crías, a las que dejaban solas unos minutos, mientras sobrevolaban la
zona a la caza de mosquitos sabrosos para la cena.
Pero esta noche, Medit aún no se había decidido a salir. Corrían rumores
en la cueva de que tenían una visita extraña en el exterior. Algunos
murciélagos, sobre todo los más grandes que ya se habían aventurado al
exterior, habían visto esos aparatos tan raros en las 2 bocas de salida. Se
decía que los seres humanos estaban tramando algo para atraparlos, pero Medit
sabía que eso sólo eran rumores.
Fuera, Miguel Ángel Monsalve intentaba transmitir a niños y mayores su
pasión por los murciélagos. “En el mundo hay 1025 especies de murciélagos y 23
están en la Comunidad Valenciana. Una de las especies que más problemas está
teniendo y que ha disminuido su población considerablemente en los últimos
años, ha sido el murciélago mediterráneo de herradura. Apenas quedan unas 20 o
30 hembras criando en esta cueva.”
Medit se decidió por fin a salir. Se despidió de su niño, Pantin, y
empezó a gritar por la nariz (turururu), mientras salía por la boca de la
cueva. Y se encontró, de frente, con un señor al que ya conocía. Otros días lo
había visto allí, con esos aparatos, y nunca había hecho nada malo contra
ellos. Medit sabía que podía fiarse de él, así que lo esquivó con un vuelo
perfecto y comenzó su búsqueda.
Los niños miraban alucinados las imágenes que Miguel Ángel les
enseñaba. De vez en cuando alguno interrumpía con alguna pregunta sorprendente
e inesperada: “¿Y por qué salen de noche?” Y nuestro experto en murciélagos
contestaba como todo un experto en niños: “De noche hay más comida y no hay
casi depredadores, porque muchos están durmiendo.” Y seguía sus explicaciones.
Mientras, en la cueva, Pantin, el hijo de Medit, esperaba impaciente.
No paraba de oír las historias horripilantes que contaban sus compañeros de
cavidad. No podía creerse que los humanos fueran esos seres malvados que
describían. Y tenía mucha curiosidad por salir y descubrir todo un mundo fuera.
Pero aún tendría que esperar y aprender a volar.
Al cabo de una hora de grabación de las salidas y las entradas de las
hembras de murciélago a su hogar, para alimentar a sus crías, Miguel Ángel
recogió los aparatos y dio por finalizada la noche de los murciélagos. Aunque,
claro, Medit continuaría con sus viajes de búsqueda. Y su hijo Pantin crecería
hasta ser capaz de salir de la cueva sin sentir pánico a los humanos y buscaría
su propio hogar en la Sierra Calderona.
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